El caminante salía todos los días a dar un paseo de cinco kilómetros, salía de su casa entusiasmado y llegaba satisfecho con su paseo.

Una mañana cuando ya había caminado tres kilómetros, se cruzó con un señor con traje y corbata que tenía un paraguas en cada mano. El señor trajeado le miró con una amplia sonrisa y le pregunto: “¿quiere usted un paraguas caballero?”. “No gracias, ¿para qué querría yo un paraguas con el día tan esplendido que hace hoy?”

Y ambos siguieron su camino.

Los días fueron pasando y el caminante convirtió su paseo en rutina.

Una mañana, nuestro amigo el caminante salió entusiasmado de su casa para hacer sus rutinarios cinco kilómetros, todo iba bien hasta llegar al segundo kilómetro, una brisa fría recorrió su rostro y nubes tormentosas cubrieron el cielo.

“Vaya”, dijo, “va a llover”.

Entonces aceleró el paso, las primeras gotas empezaron a caer sobre su cuerpo, cada vez con más fuerza. Por un momento pensó en volverse, pero ya había recorrido dos kilómetros, solo le quedaban tres kilómetros para terminar su recorrido, aguantaría como fuera, aceleró el paso, y echó a correr. Pronto se dio cuenta de que sus piernas no estaban acostumbradas a tanto esfuerzo, le faltaba aire y le entró flato…, le era imposible seguir a ese ritmo.

Pero entonces, ya cerca del kilómetro tres, vio la silueta del caballero trajeado de los dos paraguas, llevaba uno abierto para protegerse de la lluvia, y otro cerrado. “Qué suerte la mía”, pensó, y se dirigió hacia él decidido.

“Señor, que alegría verle, me gustaría pedirle que por favor me prestara el paraguas que tan amablemente me ofreció usted hace unas semanas…”

“Lo siento caballero no puedo prestarle el paraguas.”

“Pero señor, mire la que está cayendo ¿por qué no puede prestarme ahora el paraguas?”

El señor trajeado le miró de arriba abajo y le dijo: “lo siento amigo, llueve demasiado.”

Reflexión:

Qué hubiese ocurrido si nuestro caminante se hubiese preocupado de:

  • Mirar el tiempo: Analizar el mercado financiero en el que cada empresa desarrolla su actividad.
  • Entrenar sus músculos: Formarse para estar preparado ante situaciones difíciles.
  • Ponerse un chubasquero: Tomar medidas, precauciones para evitar males mayores.
  • Coger un paraguas: Dotar a su empresa de un fondo de ahorro, de un colchón de seguridad para no tener que recurrir y depender de las entidades financieras en situaciones poco favorables.

La empresa no es más que un caminante, y ha de estar preparada en cualquier situación, salga el sol o no.

Nieves Mateos.

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